domingo, 20 de julio de 2014

XOOWMAGAZINE38 P186 #xoowopinion BY ROBERTO

DEFLACIÓN

Ya son algo más de tres meses en los que venimos escuchando y leyendo de forma reiterada e incluso machacona y cansina hablar del riesgo de entrar en la “temida” deflación. Intuitivamente cualquier persona que tenga un mínimo de inquietud por estos asuntos de la economía y de actualidad piensa, y, con razón, que esta palabra tan poco eufónica viene a significar algo así como una caída de los precios, un asunto que se cree que siempre es positivo y bueno tanto para los individuos en general como para la economía en su conjunto. Por desgracia esto no siempre es así. Solemos hablar del nivel de precios general de una economía o del famoso IPC o Índice de Precios de Consumo pensando que son la misma cosa cuando en realidad se trata de dos índices totalmente diferentes. El índice general de precios incluye la totalidad de los precios de una economía, incluye bienes de capital, maquinaria, vivienda, terrenos, etc. Por este motivo durante los años de euforia pasados en los que los precios de la vivienda, solares y otros subían desaforadamente, el IPC apenas se movía, ya que este índice solo contempla la variación de los precios de los productos de consumo ordinario, del día a día. Ante el nivel de precios nos encontramos con tres alternativas. 1º- Estabilidad de precios. Precios inalterados, constantes. El valor del dinero no se altera. 2º- Aumento de precios. Inflación. El dinero pierde valor. Con el mismo dinero puedo comprar menos cosas. 3º- Descenso de precios. Deflación. El dinero vale más. Con el mismo dinero puedo comprar más cosas. La alternativa ideal sería la primera. El valor del dinero es constante en el tiempo, como un kilogramo o un metro. En todo momento sabríamos lo que valen y lo que valdrán las cosas en el futuro. Nadie duda que esto no es ni será nunca así. Esta alternativa es solo una utopía y un tema de estudio científico. No tiene nada que ver con la realidad. La segunda alternativa, la inflación, es sobradamente conocida, aunque se trate de un tema de trabajo inagotable y que da mucho juego por si misma, tanto real como académico. No la comentamos. La tercera es nuestro tema. En primer lugar la defi niremos: La deflación es una bajada prolongada y generalizada del nivel general de precios de los bienes y servicios de una economía. Se contemplan los dos índices vistos anteriormente. La bajada de los precios tiene que ser prolongada (dos semestres consecutivos según el FMI) y general, que abarque todos o casi todos los sectores de la economía. Si bajan solo los productos electrónicos, esto no es considerado como deflación. Se suele considerar como lo contrario de la inflación. Normalmente la deflación aparece como consecuencia de una caída de la demanda efectiva y/o un exceso de la oferta en general. Por otra parte se trata de un fenómeno menos frecuente que la inflación. En el siglo XX solo ha habido dos casos significativos de deflación. El primero fue el de Japón durante la década de los noventa (una deflación del 25%) y el de Suecia (deflación del 20%). Las ventajas de la deflación son claras. Aumenta el poder real de compra de las rentas; del trabajo, del capital etc., con lo cual los trabajadores con el mismo salario pueden adquirir más cantidad de productos, mejorar su calidad o ahorrar más si no alteran su nivel de consumo. También mejora el nivel general de ahorro, ya que si se espera que los bienes y servicios bajen de precio, con el mismo dinero podrán adquirir más bienes en el futuro. Todo esto es bueno para la economía. También son claras, aunque menos conocidas, las desventajas. La deflación provoca una espiral negativa o depresiva y a un círculo vicioso que suele tener graves consecuencias y presenta serias dificultades para salir de ella. Por una parte, al bajar los precios, los beneficios empresariales se reducen lo que hace que las empresas tiendan a reducir costes y a producir menos. La primera y más inmediata consecuencia es recortar la plantilla y las horas extraordinarias, y frenar o ralentizar los planes de inversión en bienes de equipo o de capital. Esto conduce a un aumento del desempleo inmediato en las empresas productoras de bienes de consumo, pero como consecuencia de la disminución de la inversión, a un plazo un poco más largo, también afectará a los fabricantes de maquinaria y de bienes de equipo que se verán obligados a reducir plantilla. A su vez esto supone una menor compra de bienes de consumo por quiénes perciben ayudas por el desempleo y que ven su futuro con escaso optimismo lo que recorta su poder adquisitivo real y preventivo así como su capacidad de compra, lo que implica que los precios sigan bajando y que se produzcan nuevos recortes de plantillas, y así sucesivamente. En definitiva la deflación nos conduce inevitablemente a un menor consumo, menor actividad empresarial, recorte de inversiones y aumento del paro. Este terrible círculo vicioso se agota por si mismo cuando los precios han bajado lo suficiente y comienza a reactivarse el consumo. Esto no es una opinión, se trata de una constatación histórica. El otro gran problema que genera es lo que el economista americano Irving Fisher denominó DEBT-DEFLATION o deflación por sobre-endeudamiento, después de la gran depresión de USA allá por los años treinta. Esto significa, que el deudor cada vez debe más en términos reales, no monetarios o nominales. Veamos un ejemplo sencillo y clarificador. Si tengo 200 plazas de garaje que valen en el día de hoy 6000€ cada una y solicito un préstamo a un año, con garantía hipotecaria, de 600.000€, hipotecaré 100 plazas como colateral, intereses y otros gastos financieros aparte, si transcurrido el año no puedo devolver el préstamo, me veré obligado a vender 100 plazas recuperar los 600.000€ pagar y problema resuelto. Esto en supuesto de estabilidad de precios. Si ha habido una inflación del 10% con vender 91 plazas tengo suficiente, ya que cada plaza valdrá en un año 6.600€. Pero si hay una deflación del 10% cada plaza pasará a valer 5.400€ por lo que tendré que vender 111 plazas para poder reintegrar los 600.000€ que debo. Apliquen esto a la actual realidad española y comprenderán la profundidad de la recensión en la que nos hallamos inmersos. Por evidentes problemas de espacio no menciono las distintas posibles recetas o soluciones a este gravísimo problema de la deflación. Las soluciones a la inflación son mucho menos problemáticas y de mejor y más rápida respuesta.
Roberto Ferrada
Economista